jueves, 24 de octubre de 2013

UN REPRESENTANTE DEL PAISAJISMO

José Orlando López Molina nació en Tibasosa (Boyacá-Colombia) En el año 1959, realizo estudios de arquitectura en la universidad Piloto y estudio publicidad en la Universidad Central de Bogotá. Los campos de Boyacá, tan ricos en los matices del verde, son demasiado atractivos para quien tiene la suerte de pintarlos, porque ese color no es precisamente de lo mas agradecido pero si imprescindible – y como no!- para el paisajista. Por otra parte, Boyacá es tierra fácil al sentimiento ruralista y tradicional propio de sus hijos. De ahí que, boyacense y paisajista, José Orlando López se entrega a las tentaciones de lo rural y lo verde que en esa fértil tierra suelen ir unidos a un concepto pintoresco de la figuración, que es lo que el cultiva convencionalmente. No puede caber duda, pues, en hablar de naturalismo decimonónico cuando se trata de determinar en que terreno estético se sitúa el pintor, al que cualquier inquietud que tenga que ver con las cuestiones planteadas por el arte del siglo XX le es ajena. A cambio, las verdes praderas donde las vacas pastan, las evocadoras casas de hacienda y las masas de pinos y eucaliptos le ofrecen un temario atrayente y sedante que el sabe aprovechar sin cambiar un ápice de lo que se ve y sabe reproducir en el lienzo con paciencia y honradez. No cree ni en la vanguardia ni en la critica. Su arte no es mas que la crónica de los paisajes de sus pueblos que respiran vida en el marco que limita sus sueños, pero que lo hacen un hombre feliz, que sufre, sin embargo, con la angustia de cada día, aunque crece en la sabana infinita que lo abriga desde la distancia bella de sus recuerdos. En la historia del arte, el paisajismo no ha sido considerado un genero mayor tal vez porque para su cultivo “no se necesita dibujo ni perspectiva ni mayor calidad” como se pregonaba en la academia de ingres. Nació tímida y dependientemente como simple referencia al lugar donde el pintor situaba la figura humana o el acontecimiento histórico religioso: un par de palmeras, unos papiro, o un campo de trigo en las pinturas murales del antiguo Egipto no son mas que indicativos necesarios para decirnos que los personajes se encuentran allí. No hay todavía paisaje sino señales de paisaje. Los historiadores, sobre todo si son italianos, nos cuentan que fue en el siglo XIII con Giotto, quien había sido pastor de ovejas, cuando nació el paisajismo en la pintura; pero los de Giotto son paisajes fabricados, no vistos, aunque hay que reconocer que ya tienen personalidad y van algo mas allá de ser indicativo escenográfico. Los fondos paisajísticos góticos intentan envolver a las figuras y son minuciosísimos, como hechos por notarios que pintan tan descriptiva como amorosamente; pero hay que esperar al siglo XVII en que los flamencos y holandeses, también los venecianos, imponen la pintura de país aun cuando genero escasamente autónomo. Todavía a finales de siglo XVIII se enseñaba en las academias españolas e hispanoamericanas bajo el titulo de “verduras” algo asi como materia accesoria, a la atura de la de “ropajes”. Solo con la corriente naturalista de la centuria decimonónica que abrió la pintura al plein air habría de alcanzar el paisaje a tener voz propia y a ser genero plenamente independiente.


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