El telón tiene como tema la leyenda del hombre caimán. Ese animal tonto, no
tiene nada de agresividad , diría en aquella oportunidad el maestro.
De una forma u otra, siempre pintando de pié, con una idea preconcebida y
dándole campo a lo imprevisto, para que la pintura esté al día, día a día ,
Obregón trabajó durante un mes en la creación de Se va el caimán , obra
elaborada en acrílico sobre tela de ciclorama, especialmente importada.
Según Obregón, pintar el telón ha sido como pintar una hamaca meciéndose ,
seguramente pensando que no había sido fácil pintar una tela cuya dimensión
exacta fue de 13.7 metros por 8 metros.
Al finalizar la obra, el maestro sostuvo que haber trabajado en equipo había
sido una experiencia muy agradable.
Y, había que creerle. Pues para el artista nacido en Barcelona --de padre
colombiano y madre angloespañola-- la emoción era lo que primaba. Pintaba
entregándose a su obra, recreando figuras y juegos de colores, vivos, fuertes.
Intensos. Pasionales.
Obregón afirmó en reiteradas oportunidades que su pintura estaba en
correspondencia con lo que era, porque así debe ser el arte que se hace:
armónico con todo lo que uno es, con la estatura, con el ancho de adentro, una
concordancia, una empatía total: eso es ser un pintor... el artista, para mí, es
concordancia. Todos mis cuadros se parecen de algún modo a mí mismo. En el fondo
uno se está pintando, traduciendo a pintura siempre; cuando pinto estoy metido
en lo que pinto. Siempre va mucho de mí en el cuadro .
En Se va el caimán , Obregón expuso sus temas vivenciales. Los colores del
trópico están allí, y también los sortilegios de una leyenda tan antigua como
propia de estas tierras. Al observar la mirada del fauno (hombre caimán)
persiguiendo a su joven presa de turno entendemos la peculiaridad de la historia
costumbrista. En todo caso, ni las aves, ni las sombras, ni las flores podrían
detener la veloz carrera del hombre caimán en huida.